La falta que nos habita

Somos seres divididos, seres en falta, seres hablantes con un inconsciente que nos hace desear, sentir y ser de una forma que muchas veces no entendemos.

Desde el psicoanálisis podríamos distinguir en los seres hablantes, al menos, tres tipos de faltas que nos definen como un sujeto dividido:

-La falta en ser: no hay nada que defina nuestro ser más que los intentos del yo de armarse un ser, un falso ser, ilusorio, que permite movernos por el mundo con una “forma de ser”, constituida tomando elementos imaginarios y simbólicos de los Otros. Así lo dice Lacan: «El sujeto, en cuanto existencia, se encuentra constituido como dividido desde el principio. ¿Por qué? Porque su ser tiene que representarse en otra parte, en signos, y los signos mismos están en un tercer lugar» (Jacques Lacan, en «Escritos»).

-La falta de saber: el instinto ha sido trastocado por el lenguaje, ya no tenemos el saber instintivo completo de los animales que les dice cómo actuar sino que nuestro saber, siempre limitado, se encuentra con que no hay una verdad última, “las brújulas son múltiples, son los montajes significantes de los discursos. Ellos nos dicen lo que hay que hacer: cómo pensar, como gozar, cómo reproducirse” (Jacques Alain Miller).

-La falta de objeto: no hay un objeto específico que venga a satisfacer todos nuestros deseos, no hay un objeto que coincida de forma perfecta con lo que queremos, entre lo que queremos y lo que encontramos siempre queda un resto, una falta, un algo más, que nos hace seguir deseando, lo que define nuestro deseo como metonímico y eternamente insatisfecho. La satisfacción que se produce es siempre parcial.

Todas estas faltas están interrelacionadas y vienen del hecho de que somos seres sumergidos en el mundo del lenguaje, que hablamos y que somos hablados, y como marca de que hablamos, tenemos lo que falta: «Si la relación del deseo con el objeto no fuera problemática no habría tema para tratar en el análisis. Los hombres, como los animales, se dirigirían a su objeto, y no le darían rodeos a éste. […] es decir, el hombre goza de desear, de ahí la necesidad de mantener el deseo insatisfecho.» (Jacques Lacan, en Seminario V).

Lacan muestra que ésta incompletud o no totalidad que habita en el ser hablante, es lo que también nos lleva a organizarnos: «Si fuéramos totales, cada uno sería total por su lado y no estaríamos aquí, juntos, tratando de organizarnos, como se dice. Es el sujeto, no en su totalidad, sino en su abertura» (Seminario II).