Llega fin de año y con ello la ansiedad, la desesperación, y la culpa por no haber hecho todo lo que había propuesto para este año, el apuro para resolver todo a último momento y que además coincide con los eventos de cierre de ciclo escolar, universitario y laboral generando sobreocupación y muchas veces provocando estrés.
Fin de año sería como un domingo a gran escala, algo que cierra un ciclo para comenzar otro. Es cierto que en el universo nada cambia y no hay una ley natural que diga que a partir del 1 de enero vivimos una renovación subjetiva o deben renovarse las promesas, sin embargo se trata de un cierre y comienzo que está marcado por lo simbólico, y que por lo tanto tiene efectos sobre nuestra subjetividad. Lacan considera el comienzo del año como un pequeño acto. Y el acto para Lacan incluye un decir, y como consecuencia de ese acto el sujeto cambia, tiene efectos en su posición subjetiva: “El acto ha lugar de un decir, cuyo sujeto cambia”. El acto deja marcas en el sujeto y no lo deja en el mismo lugar en el que estaba. Lo dice así: “Y entonces, ¿donde ubicar el comienzo del año, por ejemplo? Ahí está el acto. Es por lo menos una de las maneras de abordar lo que resulta del acto. (…) El año nuevo me da la oportunidad de abordarlo por esa punta. Un acto, está ligado a la determinación del comienzo” (Seminario XIV).
Christian Dunker explicaba que el período conocido como fin de año es una época particularmente peligrosa para la salud mental ya que parece tornar más aguda la exigencia compulsiva de felicidad. Lo ubica como una variación en lo habitual y por lo tanto sería un error tomarlo como un día más, ya que tiene efectos en nosotros.
Recordar, repetir, reelaborar
El psicoanalista brasilero indica que sobre el fin de año conviven dos sentimientos opuestos: el de lo que ya llegó y el de lo que no llegó a tiempo: “Su retorno insidioso, año tras año, trae a la luz las experiencias infantiles más fuertes. Los recuerdos de tantos deseos deseados se apoderan de nosotros combinando la nostalgia y la fantasmagoría del pasado. El esfuerzo para reunir y conmemorar nos coloca siempre preguntas silenciosas: “¿al final por qué, en esta época, no me siento tan feliz como debería?”, “¿por qué está esta angustia a veces crónica, a veces aguda?. Recordar, repetir, reelaborar, esa es la díficil travesía que el fin de año nos propone, esas tres actividades que coordinan el tratamiento psicoanalítico son exigidas de forma concentrada y asistemática en fin de año” (Christian Dunker).
Es un período en la que debemos hacer la tarea de reconstruir narrativamente vivencias pasadas de tal forma que ellas se completen como una experiencia. En año nuevo se hace presente la dificultad para recordar y reelaborar esos recuerdos en una experiencia para dejar de repetir.
Formas utilizadas para evitar recordar en año nuevo
Dunker comenta tres formas de desviarnos de la tarea propuesta para la locura de fin de año que es recordar. El chisme, el superentendimiento y la sobreocupación son estrategia para no recordar y para huir del malestar. Así, huimos del malestar que implica el recordar a través de estas formas:
–El chisme: Técnica con la cual se desplaza la experiencia de tal forma que su agente sea una tercera persona. “Al hablar de las cosas horriblemente condenables hecha por el otro, nosotros vivimos una aventura de transgresión, pero vivimos la transgresión de forma desplazada y segura. (…) En general, aquel del cual hablamos en forma de chisme, realiza aquello que, en el fondo, nos gustaría haber hecho, pero que nuestra cobardía o pereza ética impidió”. En lugar de recordar nuestras vivencias, nos dedicamos a recordar críticamente de los otros, lo que nos brinda la falsa sensación de que participamos de una situación colectiva y una pobre vivencia de satisfacción.
–Entendidos: Los entendidos tienen un saber o un gusto elevado y posee vivencias tan preciosas que lo tornan alguien especial, a comparación de otros que quedan excluidos por no tenerlos. Son descripciones sobre las increíbles cosas que experimentó durante el año, como la calidad de aquel vino que se tomó, el mejor habano que pudo haber fumado, lo increíble que son los aeropuertos de Europa. En lugar de recordar y elaborarlo como una experiencia, sólo se encuentra la apariencia de que algo se está compartiendo. Transformamos el recuerdo en una mera descripción de acontecimientos pasados.
–Sobreocupación: Aquí aparece una ocupación mayor y planeamientos de todo lo que implica el año nuevo con la carga de una obligación: cartas de navidad escritas en masa, felicitaciones al por mayor, cadenas de Whatsapp que se reparten a todos los contactos, la preparación siguiendo paso por paso los ritos necesarios para cada comida. En lugar de hacer una experiencia compartida, se la reduce a un conjunto de tareas: “Preocupados en mantener el sistema funcionando, esos maestros de fin de año están permanentemente irritados y atrasados. Su posición sacrificial los autoriza a barbarizar a los incautos, su mirada es temida por la culpa que puede provocar. La práctica de la sobre-ocupación es en el fondo una técnica de olvido, una fuga para el futuro. Repetir en vez de recordar, de esa manera los afectos pueden ser más bien retenidos y sustituidos por acciones” (Chistian Dunker).
Recordar, elaborar e integrar en el presente para poder proyectar a futuro
Entonces, como primera regla, el autor del libro “Uma biografia da depressão”, propone convertir la conciencia crítica de nuestra propia locura en una experiencia, sea trágica o cómica, pero que sea digna de ser narrada. El recordar y el trabajo de elaborar para poder dejar de repetir de forma inconsciente y angustiante, tareas que proponen tanto en la clínica psicoanalítica como en este período de fin de año, permiten la transformación y la integración de lo recordado al presente, asi como la posibilidad de proyección de un futuro. Freud lo resumía en la siguiente frase: “Recordar es la mejor manera de olvidar”.
Otra de las cuestiones a tener en cuenta en fin de año son los balances que se realizan. La insatisfacción flotante tras intentar contabilizar y evaluar lo que sucedió durante el año consigue convertirse en culpa fácilmente tras la comparación con las grandes realizaciones ajenas o la comparación con las promesas que había hecho para este año. Dunker explica que la culpa aparece como la consecuencia del hecho de que no estamos a la altura de nuestros deseos, como resultado del pensamiento de que no nos esforzamos demasiado como nos hubiera gustado para volver esos deseos practicables. Y comenta que en el neurótico, enseguida se encuentra rápidamente un depositario: “En vez de meditar sobre la pregunta capital, ¿será que, en este año, realmente actué en conformidad con mi deseo?, se sustituye la meditación por la respuesta rápida: ‘Está claro que no, al final el otro no me dejó’. El fragmento de satisfacción del cual me siento frustrado es inmediatamente imputado al otro, según nuestra propia fantasía fundamental. Fue él quien raptó aquel pedacito que faltó para la realización de mi propio deseo”.
Por último, Dunker sostiene que la depresión de fin de año no es que agrega algo nuevo a nuestra salud mental, sino que simplemente potencializa la locura que ya estaba allí, latente, cubierta por la nube de olvido y de ocupación cotidiana.
Podemos tomar el año nuevo como una posibilidad que se nos abre para pensarnos en relación a nuestros deseos y a la contaminación de nuestros deseos por los ideales de los otros. Es además un momento en el que nos invita a valorar nuestros procesos, no como productos como suele suceder con la contabilización de las metas que nos pusimos como meros fracasos o éxitos sino como lo que pudimos aprender a lo largo de ese proceso.
¡Les deseo un feliz año nuevo, que el deseo sea el motor de experiencias dignas de ser compartidas!
Bibliografía
Las citas y las referencias de este artículo fueron tomadas del libro “Uma biografia da depressão” de Christian Dunker.
Matías Gonzalez.
Licenciado en Psicología en la Universidad de Buenos Aires (UBA).