Saramago le ha dado una gran importancia al poder de las palabras: «No tenemos otra cosa [salvo las palabras]. Somos las palabras que usamos. Nuestra vida es eso». «Las palabras no son una cosa inerte, de la que se pueda disponer como a uno le venga en gana (…). Hay que decirlas y pensarlas de forma consciente. No hay que dejar que salgan de la boca sin que antes suban a la mente y se reconozcan como algo que no sólo sirve para comunicar» decía en un encuentro en una escuela de Rosario junto con alumnos y docentes.
La importancia de las palabras en el ser hablante
Saramago entendió, como Lacan, que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, que cuando lo consciente se distrae, el inconsciente aprovecha el lenguaje no sólo en su función comunicativa, sino también advirtiendo al yo de que aún está ahí. Del mismo modo, Lacan afirma que la experiencia analítica confirma que todo pasa por la palabra y que el inconsciente esta estructurado como un lenguaje, dándole un gran valor al poder de las palabras. Además, explica que la particularidad de la transmisión del lenguaje materno y las diferentes personas que han ocupado el Otro del saber imprimen marcas singulares en el sujeto, huellas que marcarán su deseo, sus resultados y consecuencias.
Las marcas del inconsciente son quienes marcan el destino, y por eso la famosa frase de Jung: «Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, tu subconsciente seguirá guiando tu vida y lo seguirás llamando destino.»
Ensayo para la ceguera
Se ha mencionado en estos días, dada la expansión del coronavirus, la obra de Saramago «ensayo para la ceguera». Allí, la sociedad va quedándose ciega por una especie de contagio y los ciudadanos se encuentran obligados a cumplir cuarentena en un manicomio abandonado. El autor explica diferentes atrocidades que ocurren y que exponen que cuando la sociedad está en peligro, las personas tienden a pensar sólo en sí mismas y actuando con una especie de instinto propio, olvidándose que viven en una sociedad. “Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran» (Saramago).
Matías Gonzalez.
Licenciado en Psicología en la Universidad de Buenos Aires (UBA).