La represión y el retorno de lo reprimido
Lo que la boca no dice, lo grita el cuerpo. Es un hecho evidente que el cuerpo intenta tramitar lo que lo simbólico no puede, un claro ejemplo es el llanto, que frente a una emoción dolorosa necesita de una parte del cuerpo para expresarse.
Cada vez se le presentan a los médicos clínicos mayor cantidad de casos de pacientes que presentan ciertos dolores o enfermedades orgánicas, pero que no pueden encontrar una causa física a su padecer.
El discurso médico concibe un organismo biológico, que se enferma por causas orgánicas y que debe buscarse allí la causa de los dolores corporales. Para el psicoanálisis, en cambio, se trata de algo más que un organismo, ese algo más es la cultura, el Otro del lenguaje.
El cuerpo del ser hablante
El cuerpo del ser hablante ha sido atrapado, de forma incompleta, por el lenguaje. Desde antes de nacer, nuestro organismo viviente es marcado simbólicamente por diferentes palabras con las que ha sido nombrado por el Otro, fantasías, deseos, entre otras cosas, que contribuyen al destino de ese organismo.
Lacan decía que la estructura del lenguaje recorta el cuerpo, lo dice así: “El hombre no piensa con su alma, como lo imagina el Filósofo. Piensa porque una estructura, la del lenguaje, recorta su cuerpo y nada tiene que ver con la anatomía”.
Para el psicoanálisis el cuerpo no viene dado, es una construcción que se realiza a partir del encuentro del organismo viviente con el significante, produciendo un cuerpo erotizado.
El psicoanálisis nace gracias a Freud estudiando sujetos cuyos cuerpos se enfermaban orgánicamente por causas psíquicas, cuerpos que hablaban, cuerpos histéricos que representaban una verdad ignorada por el sujeto, marcadas por su historia personal. La relación del ser hablante con su cuerpo es siempre dramática, atravesada por marcas significantes, se trata de un cuerpo singular, diferente en cada sujeto afectado por las emociones y las palabras.
Lacan nos advierte que el ser hablante no tiene un cuerpo, no lo maneja a su gusto. Esa consistencia y completud en su cuerpo, que el sujeto piensa tener, es sólo mental e imaginario.
El cuerpo en el caso de fobia de un niño de 5 años
Lacan lo muestra muy bien en el caso de fobia que Freud analizó. Se pregunta qué desencadenó la crisis en Juanito: “¿qué es lo que cambia, si no ocurre nada crítico en la vida de Juanito?. Lo que cambia es que su pene empieza a convertirse en algo muy real”. (…) “Su propio pene empieza a moverse y el niño empieza a masturbarse”. A Juanito lo desestabiliza esta dificultad en la construcción del cuerpo, presentada por lo real de un cuerpo que no maneja.
Así decía Lacan: “El parlêtre adora su cuerpo porque cree que lo tiene. En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia ‒consistencia mental por supuesto, porque el cuerpo a cada rato levanta campamento” (Seminario 23).
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No podemos manejar nuestro cuerpo como queremos
Alexandra Kohan lo explica muy bien una entrevista realizada por «La Jornada Web»: “el cuerpo es lo más ajeno que uno tiene, lo menos “propio” que uno tiene en el punto en que no responde por lo que uno querría. Yo siempre hago el chiste: si mi cuerpo fuera mío, no tendría insomnio; si mi cuerpo fuera mío, no comería harinas. Quiero decir, la pulsión regula los modos de precipitación de ese cuerpo y en ese punto se transforma en algo totalmente ajeno. (…) En la neurosis, uno camina todos los días con la ilusión de que somos dueños de nuestro cuerpo. Hasta que el cuerpo te avisa que no, que no somos dueños de nuestros cuerpos».
FUENTE:
1- La cita de Lacan del lenguaje y el cuerpo pertenece a «Televisión» (1974), una entrevista de la TV francesa.
2- Las referencias de Lacan en el análisis del caso de fobia Juanito, son del seminario IV.
3- La cita de Alexandra Kohan es de una entrevista realizada por «La Jornada Web» que pueden acceder haciendo CLICK AQUÍ
Matías Gonzalez.
Licenciado en Psicología en la Universidad de Buenos Aires (UBA).