¿Cómo nos transforman las relaciones con las otras personas?

Poema del psicólogo y antropólogo brasilero Roberto Crema en torno a cómo aprendemos en la relación con los otros.

la relación con los otros

Aprendemos en la relación con los otros

El psicoanálisis pone una central atención en la relación con las otras personas que son significativas para la vida de los sujetos. Desde el inicio, necesitamos que haya un otro que nos aloje, que nos de algo más que la pura satisfacción de las necesidades, es decir, que nos aloja en su deseo y pueda brindar el amor necesario. Luego vendrán diferentes cambios en las etapas posteriores, en las que siempre se involucran otras personas ya sea para instaurar la prohibición, para tomar como ideal o para despertar nuestra angustia. Todo esto da cuenta de un crecimiento y de un desarrollo que sólo es posible gracias a las otras personas.

Por ello, hoy les compartimos el recorte de un poema interesante del psicólogo y antropólogo brasilero Roberto Crema: «Atritos», en torno a cómo necesitamos de los otros para evolucionar y aprender, en una analogía con el río y las piedras.

La traducción fue realizada por PsicoanalisisLacanFreud

«Fricción» («Atritos»)

Nadie cambia nadie. Nadie cambia solo. Cambiamos en los encuentros. Simples, pero profundos, precisos. Es en las relaciones que nos transformamos.

Somos transformados a partir de los encuentros, desde que estamos abiertos y libres para ser impactados por la idea y el sentimiento del otro.

¿Usted vio la diferencia que hay entre las piedras que están en la naciente de un rio, y las piedras que están en su desembocadura?

Las piedras en la naciente son toscas, puntiagudas, llenas de bordes que lastiman.

A medida que ellas van siendo cargadas por el río, sufriendo la acción del agua, friccionándose con otras piedras, a lo largo de muchos años, ellas van siendo pulidas, desbastadas.

Así también actúan nuestros contactos humanos. Sin ellos la vida sería monótona, árida.

La observación más importante es constatar que no existen sentimientos, buenos o malos, sin la existencia del otro, sin su contacto.

Pasar por la vida sin permitirse una relación próxima con el otro, es no crecer, no evolucionar, no transformarse.
Es comenzar y terminar la existencia como una forma tosca, puntiaguda, amorfa.

Cuando miro para atrás, veo que hoy cargo en mí ser, varias marcas de personas extremadamente importantes.

Personas que, en el contacto con ellas, me permitió ir dando forma al que soy.

Eliminando bordes que lastiman, transformándome en alguien mejor, más suave, más armónico, más integrado. Otras personas, sin dudas, con sus acciones y palabras me crearon nuevos bordes que precisaban ser desbastados.

Es parte de la vida, reveses momentáneos sirven para el crecimiento. A eso le llamamos experiencia. Pienso que existe algo más profundo todavía en este análisis.

Comenzamos el viaje de la vida como grandes piedras, llena de excesos.

Los seres de gran valor, perciben que al final de la vida, fueron perdiendo todos los excesos que formaban sus bordes, aproximándose cada vez más a su esencia, y quedando cada vez menores…

Cuando finalmente aceptamos que somos pequeños, ínfimos, dada la comprensión de la existencia y la importancia del otro,  (…) es cuando finalmente nos tornamos grandes en valor.

¿Vio usted el tamaño del diamante pulido y tallado? Sabemos cuánto se tira de exceso para llegar a su núcleo.

Para que lleguemos a ese núcleo, tenemos que permitirnos a través de las relaciones, ir desbastando todos los excesos que nos impiden de usarlo, de hacerlo brillar.

Tenemos que aprender como llegar a ese nucleo, tenemos que permitirnos, a través de las relaciones, ir desbastando todos los excesos que nos impiden usarlo, hacerlo brillar.

Por mucho tiempo en mi vida creía que amar significaba evitar sentimientos feos.

No entendía que herir y ser herido, tener y provocar rabia, ignorar y ser ignorado, hacía parte de la construcción del aprendizaje del amor.

No comprendía que se aprende a amar sintiendo todos esos sentimientos contradictorios y superándolos.

(…)

Mi palabra final: “FRICCIONESE!”. (El autor en portugués dice ATRITE-SE!).

No existe otra forma de descubrir el amor, y sin él la vida no tiene significado.

El texto original lo pueden buscar con el nombre de «Atritos» (Roberto Crema).

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