¿Cómo percibimos la realidad?
Lacan decía que el ser humano no se adapta a la realidad sino que adapta la realidad a él. Así, creamos una nueva realidad y tratamos de mantener la cohesión con ella. Por eso la realidad depende de quien la percibe y siempre es singular, porque depende de la constitución subjetiva que es diferente en cada persona ya que está conformada por la configuración y la constelación familiar (fantasías y deseos asociados al cómo vinimos al mundo), así como por la forma en que el Otro nos ha alojado y nombrado, a lo largo de nuestra infancia.
La realidad no viene dada, sino que son los diferentes discursos que nos atraviesan los que van creando una realidad singular para cada hablante.
Ante una misma vivencia, cada persona va a procesarlo y simbolizarlo psíquicamente de modo singular, y a elegir -aunque sea de forma inconsciente- actuar de una cierta manera y no de otra. Dos personas van solas a tomar un café y no se quedaron contentos ni con el café ni con el trato de quien los atendió. Uno salió y pensó que no volvería, mientras que el otro salió y pensó que le cagó el día y que es una prueba más de que la sociedad es una mierda y que a nadie le importa nada.
Freud comentaba un caso en donde dos niños habían compartido una misma experiencia sexual pero el impacto en su realidad había sido diferente: para uno esa vivencia había resultado traumática y para el otro no. Y comentaba que esta diferencia entre ambos casos sucedia por el hecho de que eran diferentes también los ideales y valores de la familia en la que estaba inmerso cada sujeto.
Todo el mundo es loco
Gustavo Dessal sostenía que «Todo estamos locos porque no existe la realidad, en el sentido universal del concepto, sino la ficción en la que cada uno vive, y que está fabricada por el significado personal que le damos a las palabras. La cosa se complica mucho cuando es preciso añadir que en verdad nadie sabe cuál es ese significado. Creemos saber lo que estamos diciendo, pero no tenemos ni idea»
Por todas estas cuestiones mencionadas y muchas otras, es que desde el psicoanálisis podría considerarse a la normalidad como una ilusión ya que «todo el mundo es loco», en tanto somos seres hablantes sujetos a un inconsciente, y con modos particulares de gozar y de desear. Cada uno tiene su historia y mira desde su propio síntoma. Y esta singularidad, citando a Virginia Woolf, implica que «no es necesario ser nadie más que uno mismo» (libro: «Una habitación propia»).
La normalidad sólo existe como una ilusión, como un recorte cultural y de intereses que intentan homogeneizar una sociedad dejando por fuera, insultando y oprimiendo a quien no sigue la norma impuesta.
Lacan y la normalidad
El psicoanalista italiano Contardo Calligaris recuerda una experiencia de Lacan con respecto a la normalidad: «Lacan entrevistó por mucho tiempo a un paciente internado y, por fin, el médico residente declaró sonriendo que el paciente era un joven normal». A lo que Lacan responde: «Eso significa que entonces ya no hay esperanza».
Por su parte, Contardo Calligaris sostiene que «La normalidad es una manera de conformarse a la media y, para eso, es preciso caer en una especie de ausencia de vida interior, que torna al sujeto desinteresante. No sólo para los otros, sino también para él mismo».
En el seminario 5, Lacan explica que la posibilidad de una normativación -de una normativación terapéutica- tropieza “con las antinomias internas de toda normativación en la condición humana”. Lacan critica esta normativación terapéutica en tanto el psicoanálisis descubre que detrás del síntoma, del sueño, del lapsus hay un deseo enmascarado, inadaptable e inadaptado y por lo tanto es imposible de lograr dicha normatividad. Por eso, como dice Eric Laurent: «El resultado al que debe llegar un psicoanálisis no es el de adaptarse al mundo, sino saber que cuando algo es insoportable, hay que poder verdaderamente decir que no».
Y agregaría también, el hecho de poder reconocer que hay diferentes modos de percibir la realidad, y que es posible cambiar la posición en la que estamos ubicados frente a a nosotros mismos, frente a los otros y frente al mundo, que es posible elegir e inventar nuevas realidades posibles.
Matías Gonzalez.
Licenciado en Psicología en la Universidad de Buenos Aires (UBA).